Si Kafka fuera japonés
Poco conocido en español, “Los cuentos siniestros” de Kobo Abe mezclan absurdo, angustia, pero también humor.
POR Miguel Angel Petrecca
Aunque suele ser ubicado en un mismo lote generacional junto con el malhadado Yukio Mishima y el premio Nobel Kenzaburo Oé, Kobo Abe dista mucho de compartir, en lo que a difusión de su obra se refiere, la suerte de sus contemporáneos. Al menos en castellano, lengua en la que, hasta la reciente edición de Los cuentos siniestros por Eterna Cadencia, se conocían apenas un par de novelas como La mujer de arena y El rostro ajeno. No sólo es una suerte dispar lo que lo separa de ellos sino también, como la lectura de estos cuentos revela, un imaginario e intereses completamente disímiles, que permiten entrever por qué suele llamárselo el “Kafka japonés”.
Nacido en Tokyo en 1924, Abe pasó su infancia y parte de su juventud en Manchuria, a donde fue con su padre, cirujano del ejército, siguiendo la invasión y ocupación japonesa de aquella provincia china. Estudió medicina igual que su padre, pero nunca llegó a practicar, y en cambio se volcó a la literatura. Tras la guerra, se unió a un pequeño grupo literario llamado Yoru no kai (El Grupo de la Noche), cuyo programa apuntaba a la fusión de surrealismo y marxismo. Al poco tiempo ingresaría en el Partido Comunista, del que sería expulsado a principios de los 60.
Los siete cuentos que integran el volumen abarcan un período de diez años dentro de su producción y componen un conjunto variado, atravesado sin embargo por una serie de elementos que construyen un tono común. Los personajes, denominados por medio de una simple inicial, son casi siempre seres indefensos y alienados, inmersos en situaciones absurdas y oprimentes, cuyos alcances no llegan a dominar del todo. Un ejemplo extremo es “La muerte ajena”, en donde el personaje, un oficinista neurótico, de quien nada sabemos ni llegaremos a saber, se encuentra al llegar a su departamento con el cadáver de un hombre desconocido. La acción se desarrolla en una atmósfera de desesperación y angustia creciente, debido a la lógica absurda que impera y al ojo clínico del narrador, que describe en forma minuciosa los cambios en el cuerpo y en la escena. En “El grupo de Petición Anticanibalista y los 3 Caballeros”, por su parte, nos encontramos en un mundo dominado por una clase caníbal. El encanto de este texto no reside, por supuesto, en la alegoría anticapitalista que la trama sugiere, sino en la atmósfera de absurdo y de humor negro que predomina.
Pero el cuento más notable es tal vez también el más diferente del conjunto. “El huevo de plomo”, un relato que podría definirse, sin hacerle justicia, como de ciencia ficción, trata del hallazgo, en un futuro muy remoto, de un artefacto en cuyo interior ha permanecido hibernando durante siglos o milenios un hombre del siglo XX. Debido a una falla en el artefacto el viajero ha dormido mucho más tiempo del originalmente previsto, de manera que, al despertarse, se encuentra en un mundo en donde la raza humana, tras un drástico salto evolutivo, ha degenerado en unos seres vegetales, con aspecto de cactus, que se nutren por medio de la fotosíntesis y cuyo único pasatiempo es realizar apuestas acerca de cualquier cosa; hay, también, una parte de la raza humana que no ha evolucionado, y que se ha convertido en una raza esclava. El relato es de un humor y una imaginación brillantes, con una gran vuelta de tuerca al final. Encontrarse con este relato justifica de por sí la lectura del libro.
Nacido en Tokyo en 1924, Abe pasó su infancia y parte de su juventud en Manchuria, a donde fue con su padre, cirujano del ejército, siguiendo la invasión y ocupación japonesa de aquella provincia china. Estudió medicina igual que su padre, pero nunca llegó a practicar, y en cambio se volcó a la literatura. Tras la guerra, se unió a un pequeño grupo literario llamado Yoru no kai (El Grupo de la Noche), cuyo programa apuntaba a la fusión de surrealismo y marxismo. Al poco tiempo ingresaría en el Partido Comunista, del que sería expulsado a principios de los 60.
Los siete cuentos que integran el volumen abarcan un período de diez años dentro de su producción y componen un conjunto variado, atravesado sin embargo por una serie de elementos que construyen un tono común. Los personajes, denominados por medio de una simple inicial, son casi siempre seres indefensos y alienados, inmersos en situaciones absurdas y oprimentes, cuyos alcances no llegan a dominar del todo. Un ejemplo extremo es “La muerte ajena”, en donde el personaje, un oficinista neurótico, de quien nada sabemos ni llegaremos a saber, se encuentra al llegar a su departamento con el cadáver de un hombre desconocido. La acción se desarrolla en una atmósfera de desesperación y angustia creciente, debido a la lógica absurda que impera y al ojo clínico del narrador, que describe en forma minuciosa los cambios en el cuerpo y en la escena. En “El grupo de Petición Anticanibalista y los 3 Caballeros”, por su parte, nos encontramos en un mundo dominado por una clase caníbal. El encanto de este texto no reside, por supuesto, en la alegoría anticapitalista que la trama sugiere, sino en la atmósfera de absurdo y de humor negro que predomina.
Pero el cuento más notable es tal vez también el más diferente del conjunto. “El huevo de plomo”, un relato que podría definirse, sin hacerle justicia, como de ciencia ficción, trata del hallazgo, en un futuro muy remoto, de un artefacto en cuyo interior ha permanecido hibernando durante siglos o milenios un hombre del siglo XX. Debido a una falla en el artefacto el viajero ha dormido mucho más tiempo del originalmente previsto, de manera que, al despertarse, se encuentra en un mundo en donde la raza humana, tras un drástico salto evolutivo, ha degenerado en unos seres vegetales, con aspecto de cactus, que se nutren por medio de la fotosíntesis y cuyo único pasatiempo es realizar apuestas acerca de cualquier cosa; hay, también, una parte de la raza humana que no ha evolucionado, y que se ha convertido en una raza esclava. El relato es de un humor y una imaginación brillantes, con una gran vuelta de tuerca al final. Encontrarse con este relato justifica de por sí la lectura del libro.
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la palabra escrita y la línea expresan mundos interiores, la crítica hecha comentario tambien es un mundo interior que se anexa. no es un ataque. es un hecho que complementa.