domingo, 16 de septiembre de 2012

REVISTA Ñ-GUILLERMO SACCOMANNO





“Yo no escribí esta novela, la escribió el pueblo: yo escuché y presté atención”


Guillermo Saccomanno habla sin eufemismos de su nueva y dura novela "Cámara Gesell".


POR Guido Carelli Lynch - gcarelli@clarin.com- Villa Gesell. Enviado especial



 




Audio

En primera persona. Guillermo Saccomanno habla de "Cámara Gesell".



Una nueve milímetros apuntándote en la madrugada puede terminar con tu vida, con la de tu mujer o con la de tu hijo. El mismo revólver también puede ser una excusa para mejorar una novela, una gran novela. Una noche, hace un año, Guillermo Saccomanno y su mujer festejaban en su pequeña casa frente al mar, en Villa Gesell. Tenían razones: después de cuatro años de trabajo duro, el libro – Cámara Gesell – estaba listo. Celebraron con vino y televisión. Ella le preguntó si cambiarían de ciudad o de pueblo ahora que había ventilado y tergiversado algunos secretos de sus vecinos. Él dijo que no. Un rato después se fueron a dormir y lo mismo hizo su hijo de apenas 2 años. A las cuatro horas escucharon un ruido. “Teníamos un pibe chorro en la casa con un caño. Nos tuvo una hora y media con una nueve (milímetros) en la cabeza”, cuenta Saccomanno. El pibe se llevó dos computadoras y un plasma. Poco más, aparte de libros, cabe en esa casa austera. “Yo dije dos cosas. De acá no me voy y la novela no está terminada”, recuerda sentado en una parrilla popular, sin turistas a la vista. La novela se salvó en un pendrive, el mismo que un rato después Saccomanno agita y enseña.
Después del robo, el escritor y su esposa hicieron la denuncia. En la fiscalía, les enseñaron el frente perfil de sospechosos. “Acá hay caras que conozco, pero ninguno es el que me choréo”, le dijo al fiscal. Vio pasar al 1% de los habitantes de la ciudad. “Había señoras, jovencitas, viejos, pibes, había alcohólicos, drogones, fajadores, abusadores. Cuatrocientos prontuariados en un pueblo de 40 mil no es chiste”, dice.
Así son los más de doscientos personajes que componen esta novela sin protagonistas, narrada por distintas voces, con diferentes primeras, segundas y terceras personas y en la que hay violaciones, abuso infantil, narcotráfico, racismo, especulación inmobiliaria, villas importadas desde el Gran Buenos Aires a cambio de favores políticos y, sobre todo, mucha hipocresía. “Este lugar donde vivo es una excusa para contar el país. Esto que cuento no es sólo un pueblo de la costa atlántica, creo que es el país. Quedan en primer plano todas las contradicciones, el contrapunto entre vida íntima y vida pública, el doble discurso, que es algo muy típico del capitalismo. Se exacerba en los pueblos, la cosa de la moral y las buenas costumbres, la cantidad de garcas que van a misa los domingos”.
Saccomanno –asegura– cumplió el sueño del escritor, fundó su propia ciudad, la Villa, que se parece mucho a Gesell, pero es otra. “El modelo mío es Faulkner, el pueblo de Briante, de Puig, Walsh. Esta es una novela coral en la que hablan todas las voces del pueblo, las cultas y las plebeyas”, insiste. Llegó hace más de veinticinco años, perdió la cuenta del tiempo y de los libros que lleva escritos. Ahora, mientras camina por el cementerio municipal que se pierde en el campo, en las afueras de Gesell, avisa: “Yo ya tengo muchos amigos enterrados acá. Yo ya soy de acá”. Vino a cumplir el sueño del escritor: el mar, la pipa, nadie alrededor; pero el pueblo cambió. “Nadie alrededor es un peligro. Vine a escribir, porque vivís con menos guita. Ahora estoy de nuevo casado, con un hijo chico y la problemática de la violencia la vivís de otra manera. Pero no quiero que me pongan –a mí o al libro– en el palo de la derecha, pidiendo mano dura. Mi discurso no es el de Susana Gimenez”, dice este padre y abuelo de 64 años, con militancia en el Partido Obrero durante su juventud.
-No habla de inseguridad, sino de criminalidad.
-La palabra inseguridad es un eufemismo. La palabra es criminalidad. Es como cuando se habla de la dictadura y se dice proceso. Hay que hablar de lo que hay que hablar y no es un problema de este pueblo solamente. Lo que emerge en este libro es la relación que hay entre política –cualquiera sea el partido político–, policía y delito. Es una relación muy intrincada. Te afanan una compu, agarran al chorro pero no aparece la compu. ¿Quién se la quedó? ¿Para quién afanan? Los laburantes son las verdaderas víctimas.
-¿Cuándo empezó a escribir esta novela?
-Los primeros vestigios son unos cuentos del 96, 97 en el que empezaba a contar anécdotas del pueblo. En 2006 me puse deliberadamente con un proyecto narrativo. Pero yo no escribí esta novela, la escribió el pueblo. Yo escuché y presté atención. Y tensé la cuerda por el lado de la imaginación. Porque con la literatura, con la ficción, tenés más largo alcance que con el periodismo, porque no necesitás el registro y la prueba. Con la ficción te disparás al infinito y llegás más lejos.
-¿Tuvo una garganta profunda?
-Tuve muchas gargantas profundas, de diferentes rubros. Nadie debe saber tanto de los cuernos que se cometen en este pueblo como los remiseros. En invierno es tal el aburrimiento que el adulterio se convierte en el deporte favorito a la hora de la siesta.
Una amiga se lo advirtió: “Tanto mentar los demonios que al final se te aparecen”. Como dicen los antiguos, el verbo produce el hecho. “Tanto lo dijiste que te pasó, tanto te metiste que al final cobraste”.
-En el libro hay muchos suicidios.
-Acá la gente se amasija, porque no se banca la nada. El contraste con la temporada es muy fuerte.
-¿Y a usted qué lo salva?
-Me salva mi lado laburante, mi mujer y mi hijo. Me salva que me gusta lo que hago. Me salva el mar. Me salvó la vida el mar. Salir a caminar todas las mañanas, te limpia, te pone en otra situación, no te voy a decir de meditación. Pero te devuelve a tu pequeña escala humana, que es muy pequeña comparada con esa inmensidad. En Buenos Aires, en una ciudad, todo pasa por saber quién la tiene más larga, quién va a una vernissage, quien compra más libros. No me interesa el gueto de escritores, Palermo.
Al día siguiente del robo publicó una carta abierta en el diario del pueblo. “Si vos fuiste el que me puso, te equivocaste, porque esto lo uso para que pibes como vos no tengan que chorear y no terminen fusilados en un zanjón”, recuerda Saccomanno que escribió. Lo acusaron de demagogo y de hacerse el progre. “Que digan lo que quieran, pero yo no voy a comprarme un fierro”, se defiende. Muchos se compraron perros de ataque, él sólo un ovejero.
-¿No tiene miedo que los vecinos le tiren la bronca?
-Yo amo a este lugar y si lo amo por qué no criticarlo. Faulkner es literatura dura, el sur profundo que retrata es duro, porque amaba el sur. Yo quiero este lugar, pero lo quiero mejor. Con todo lo oscuro que tiene la novela, lo que hay es una búsqueda de luz. Están buscando una cierta pureza. Lo que pasa es que estamos en el ámbito de una sociedad que está saqueada y sacada. ¿Tener miedo? ¿A qué?
Un extraño aplaude afuera de la casa e interrumpe la conversación. Toca la puerta y Saccomanno va a su encuentro. Es un evangelista: -¿Buscabas algo?
-Hola. Queríamos compartir con usted un punto de vista para un futuro mejor.
-No, gracias. No me interesa.
La puerta se cierra.

lunes, 10 de septiembre de 2012

MES DEL AUTOR ARGENTINO

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El mes del autor argentino, un festejo

La librería Cúspide celebra sus primeros cincuenta años con diversas actividades.

 
 
Ser lector sin perder la esencia. Esa podría ser la síntesis de la charla que el sábado reunió a dos reconocidos autores de literatura infantil y juvenil: Silvia Schujer y Ricardo Mariño, en el inicio del Mes del Autor Argentino, que celebra con diversas actividades los 50 años de la librería Cúspide de Recoleta. La segunda charla del día, con María Sáenz Quesada y Diego Arguindeguy, giró en torno al ensayo. Ambos se refirieron a los riesgos de la construcción de un nuevo relato histórico-político de la Argentina con punto de partida en 2003.
Una de los temas que surgieron en mientras se hablaba de literatura infantil fue ¿qué es ser lector en tiempos digitales?
Aquí, Mariño expresó que hay marcas nuevas en la construcción de un lector a partir de la incorporación de los medios electrónicos, y que el problema no está en los soportes “sino en los tipos de lectura”. Tanto él como Schujer insistieron en la necesidad de estimular el hábito de lectura en los niños.
A su turno, y con diferentes enfoques, María Sáenz Quesada y Diego Arguindeguy advirtieron sobre la necesidad de que los historiadores tomen distancia de lo emocional al reflexionar sobre acontecimientos o personajes históricos, y pusieron de relieve la tensión, siempre vigente, entre historia y política, y los riesgos de articular una Historia descontextualizada del pasado que la genera.
El próximo sábado día 15, continuarán los encuentros: a las 18, Viviana Rivero, Gloria Casañas y Gabriela Margall serán los protagonistas de una mesa sobre literatura romántica, y a las 19, Florencia Canale, Luisa Valenzuela y Magdalena Ruiz Guiñazú, debatirán sobre la novela histórica.